Sábado 16 de enero de 2016. Me había enterado hace poco que en la comuna de San Ramón (Santiago Sur) se iba a realizar un evento de animé. Les ofrecí mis servicios como anisinger por correo electrónico. Ellos respondieron que debían conocerme primero, y me citaron entre las 3 y las 4 de la tarde a ese evento. No querían que cantara, aún. Solo conocerme y charlar. Por lo tanto, como podría hacer algo de lobby (para que me invitasen, obvio) me dirigí hacia allá. Quizá también me motivaba ir a disfrutar del ambiente de un buen evento de animé.

Era una tarde calurosa de verano, cerca de las 3 o 4 de la tarde, y yo acababa de salir del Metro, estación San Ramón de la línea 4A. Caminé desde Américo Vespucio hacia el oriente, hasta calle Almirante Latorre. Desde ahí, caminé hacia el sur unas 3 cuadras grandes hasta un poco antes de la calle Vicuña Mackenna. Ahí estaba el Colegio Karelmapu donde se estaba realizando el evento «Animotto Atsui», organizado por una productora pequeña de eventos de animé. La entrada costaba $1.000 pesos, mas no recuerdo bien si compré la entrada en algún negocio del centro o si la adquirí afuera del evento. Lo que si recuerdo muy bien fue que entré en el ambiente rodeado de cosplayers, toldos y mesas de tiendas, algunas bailarinas ensayando, salas ocupadas quizá con talleres o competiciones de videojuegos, y el color verde y amarillo de la pintura de los muros y el patio. Este patio era uno cubierto por un gran techo, ideal para hacer actividad física en invierno. En él sobresalía, en medio de mesas, toldos y gente, el escenario que estaba un nivel más arriba del resto del patio.
Y antes de llegar ahí, lo siguiente que recuerdo es un diálogo con uno de los productores. Lo veo y empiezo con la conversación.
—Hola, ¿tú eres el productor con el que hablé por mail?
—Si, yo soy ¿Qué necesitas?
—Hola, yo soy Ciro, con quién tú hablaste.
—Ah, hola Ciro —me da la mano. —Gusto en conocerte. Ahora podemos hablar un momento.
—Bueno, yo estoy acá porque en un principio quería participar del evento, pero tú dijiste que querías conocerme.
—Si, justamente. ¿Qué haces tú, específicamente?
—Yo canto anisong. Canto principalmente anisong clásico. Dentro de mi repertorio tengo “Conan”, “Los Supercampeones”, “Espartaco”, y “Tatakae Otaking”, de Otaku no video, por ejemplo. Ahí está mi foco, en temas que quizá no forman parte de otro repertorio.
—Si, suena interesante. Aunque es algo similar a lo que me ofrecen otros anisingers. Mira, no quiero sonar altanero, pero pese a que somos una productora pequeña, queremos subir los estándares de los eventos animé. Y, por lo tanto, quiero algo especial. Algo no acostumbrado en otros eventos de animé. Y lo que tú me ofreces ya lo he oído antes de otros anisingers. Nosotros como productora, queremos respaldar la carrera de alguien que se esté iniciando, pero que sea un verdadero talento, que tenga algo distinto que ofrecer. Algo que ofrezca llegar al siguiente nivel en eventos de animé.
Encontrar que lo que ofrecía le parecía poco a mi interlocutor era algo más parecido a un portazo que a una bienvenida. Quizá no fui lo suficientemente claro cuando hablé de un repertorio especial y no uno común, a menos que el productor haya omitido a propósito esa parte. De todos modos, puede ser que él notó mi incomodidad. Por lo que decidió ir a un punto más conciliador:
—En todo caso, podemos evaluar la posibilidad de contar contigo. Siempre es bueno sumar colaboradores.
—Muchas gracias. Ahora, por lo que escucho, son bastante exigentes en lo que respecta a artistas. Pero tengo una curiosidad ¿eso se remunera?
—¿Cómo dices?
—¿Si Uds. pagan a los artistas?
—Mira… la verdad, nosotros como productora no pagamos a los artistas. Consideramos que el solo hecho que aparezcan en nuestra cartelera ya es motivo suficiente como para que se sientan remunerados. La vitrina que damos difícilmente la puede dar otra productora. Ahora, si otra organización decide pagarles a los artistas que invita, es una decisión de esa productora. Y si nosotros ayudamos a que uno de los nuestros pueda llegar hasta allá, tanto mejor para nosotros. Por ejemplo, ¿tú ubicas a «Fulana»?

«Fulana» es en rigor una licencia narrativa que uso para no nombrar directamente a la anisinger con quién apenas una semana antes me había fotografiado en “Fanexpo 2016”, en Valparaíso. De hecho, yo me llevo bien con ella, y es una colega de Anisong Chile. Había sido amable y atenta conmigo aquel día, y con muchos fans a los que atendió en sus requerimientos de fotos, videos y autógrafos. El productor me había preguntado si la conocía, y yo respondí:
—Si, la conozco. Sé quién es ¿por qué?
—Ella empezó en los eventos de animé con nosotros. Fuimos nosotros quienes la impulsamos a ser más conocida en las convenciones. Y cuando ella se rodeó de fama, empezó a cobrar por cantar y a despreciar a los eventos gratuitos donde no se les paga a los que cantan. Ahí la perdimos. Y desde ahí, decidimos no colaborar con ella jamás en adelante.
De lo escuchado había mucho que me incomodaba. Y eso era de que el productor, jefe de su organización, tenía a su cargo la producción de un evento pequeño, realizado en un colegio habilitado un día sábado. Esto no era nada distinto de los eventos a los que estaba acostumbrado. Sin embargo, las exigencias que me hacía y los conceptos de los que me hablaba eran más cercanos a los estándares de una Comic Con Chile o de una Anime Expo. Me parecía que todo eso que me mencionaba era exageradamente protocolar, más aún para una productora pequeña que no ofrecía contratos, ni remuneración. Solo ofrecían la «vitrina» de un evento de animé pequeño y el hecho de haber iniciado a una anisinger consagrada, hecho que no era conocido por mi, y probablemente tampoco por nadie más. Yo no dejaba atrás la idea de que era antojadizo aplicar conmigo todo ese rasero. En mi opinión, se estaban agrandando conmigo. Pero como yo aún era debutante, estaba entre confundido y deslumbrado. Hablaba bonito el productor.

Hasta que me instó a prestar atención al escenario del evento. Se estaba presentando Victoriano y me fijé en su música. A partir de ahí, ese sería el foco de mi atención. Si hablé algo más con el productor, no me acuerdo. Si hablé con los Victoriano, como lo expresé en esta entrada.
Luego de la charla, me dediqué a disfrutar el evento. Aprecié a los cosplayers, los grupos de baile y las tiendas que vendían juguetitos, figuras coleccionables y dulces orientales. Luego de la instancia, me fui a casa feliz pero un poco contrariado por la arrogancia de mi interlocutor. Pensaba que quizá había tenido un mal día.
Pasó algún tiempo ese mismo año 2016. Hasta el mes de agosto, que es cuando volví a tener comunicación con otro productor de la misma organización. No tengo el respaldo en correo acerca de como iniciamos el diálogo, pero si tengo uno donde le envío un listado de temas para cantar. Eso quiere decir que desde Sora no Proyect ya habían decidido contar con mi participación en su evento Animotto Cosfestival 2016.


Ese evento se celebraría en el Gimnasio Doñihue, en la comuna de San Ramón al límite con otro municipio, el de La Granja. La fecha del evento sería el sábado 5 de noviembre. Se iniciaba a las 11:30 horas, y mi actuación sería a las 12:00, según el programa publicado por la productora en sus redes (N.de la R: A la fecha de publicación de esta entrada, el evento fue borrado/oculto de Facebook). Además, los productores -Leo y Azumi eran sus nombres- me citaron cerca de las 9:30 de la mañana para preparar de mejor manera el show. Eso incluía una temprana prueba de sonido. Por lo tanto, debería iniciar mi día sábado más temprano de lo habitual. Pero yo quería cantar. Eso lo compensaría todo. Mientras, yo me preparaba ensayando y planificando la lista de reproducción de los temas, así como preparando las pistas de las canciones.
Los productores seguían con el plan de «pegarse la agrandá». Y yo aún estaba deslumbrado por el cuento. Por lo tanto, por lo que yo recuerdo, me solicitaron que enviara una carta postulándome para el evento. Ya no era un mensaje inbox en alguna Red social, si no una carta a un correo electrónico especificando el evento al cual quería postular. Además, y una vez ya aceptado dentro del evento, me hicieron la exigencia de enviar una carta ofreciendo el playlist -los temas que cantaría-. Y además, sabiendo de mi afición por componer, me solicitaron si podía estrenar un tema propio. En lo posible, en japonés. Además, debía enviar el logo que ocuparía para mi show. Así lo hice dentro del plazo establecido por ellos.
Respecto de las canciones, tratándose de un evento especial y del deslumbre que lo protocolario me causaba, pensé que sería buena idea estrenar no uno si no dos temas. Para tal efecto, tomé un himno que ya tenía escrito y le pedí a mi sensei del Instituto Ceija, Nakai Reiko-san, que me lo tradujera. Ella tuvo el tacto de hacerlo como si de una canción se tratase. Y una vez con la letra en japonés ya en mi poder, me aboqué a finalizar la pista en mi programa Ignite. Quería que fuese elegante, como un himno, pero rockero. Tenía una idea de como lograrlo, pero me faltaba experiencia para acomodar las piezas. No tenía tanto tiempo para ganarla antes del evento, así que me enfoqué en la tarea. Y además preparé la pista para el otra tema que quería estrenar. Se trataba de «El Reencuentro», una canción propia cuya pista también estaba trabajando. Ya ese año 2016 estaba componiendo para poder traducir esas canciones al japonés (aunque siempre con ayuda, ya que no soy nipo-parlante).
Y si fuera poco, debía esforzarme en terminar tres pistas más de temas de anisong que deseaba interpretar: «The Edge of Soul» de Suki Kim (Op del videojuego «Soul Edge»), «Coolest» de Customi-Z (Op de la serie «Sakamoto desu ga?») y «Zenki», de Hironobu Kageyama (de la serie homónima; en Latinoamérica el cantante era Habib Gedeón). Como leen, estaba muy sobrecargado de trabajo. Era mi culpa por pretender apuntar a más de lo que podía hacer con comodidad. Quería demostrar antes los productores que me la podía, pero ya dudaba respecto de si valía la pena.

Llegó la fecha señalada. Sábado 5 de Noviembre del 2016. Mi día inició temprano con el desayuno en casa. Luego me despedí de mi familia, quienes me desearon suerte. Abordé el metro, hice las combinaciones respectivas y me bajé en la Estación Santa Rosa de la Línea 4A del Metro. Eso era en la intersección de Av. Santa Rosa con Américo Vespucio. Implicaba que desde ahí debía caminar unas dos cuadras grandes hacia el norte, alrededor de 500 metros, hasta el Gimnasio Doñihue. Con mi mochila y mi traje de anisinger -que a esa hora llamaba la atención- llegué hasta el lugar y entré. En ese momento habían unas pocas personas adentro y estaban armando el escenario y colocando los equipos de sonido. Había dos escenarios: uno al fondo del gimnasio, y otro en el centro. Este último era un ring de lucha. En este se presentarían unos luchadores de una promoción de luchas, y que también eran invitados al espectáculo. Era la primera vez que vía un ring de lucha en vivo. Y me vi con Leo, uno de los productores, además pidió que diera una vuelta por ahí, pues aún no podía recibir mi pendrive con las pistas. Por lo tanto, aproveché un decidí ir a comprar una botella de agua a un de los negocios cercanos.
Pasó la mañana y mientras se armaba todo, yo preparaba mi interpretación repasando las canciones. Sin embargo, necesitaría los papeles con las letras, ya que no lograba memorizarme las letras de los ciertos temas, sobre todo de los nuevos. En resumen, sufría con la posibilidad de olvidar la letra en, al menos, cinco de los doce temas de mi programa. Me paseaba como león enjaulado, mientras la gente empezaba a entrar y quedaba menos de una hora para el inicio. Luego, vino Azumi, la otra encargada, y me interrogó respecto de como me sentía. Me dio animo y me instó a entregar la pendrive al sonidista. Ya estaba jugado. Debía esmerarme al máximo para el éxito de mi actuación.
Más tarde, me tocó ver a mi amigo Sergio Victoriano. Nos saludamos y nos deseamos suerte, ya que su banda también iba a tocar en el evento. Ya estaba caracterizado para su show. Luego, aparecieron otros músicos, estos eran de la banda LS Durán. Nos saludamos, pero no sentí la misma sensación que con los hermanos Victoriano. Por lo tanto, no hablé tanto con ellos como con mis amigos. Los equipos estaban instalados. Y ahora debía probar el sonido. Canté unas notas de «The Edge of Soul» con tonos agudos, y mientras lo hacía, escuché el burlesco grito de uno de los animadores, como si mi tono agudo no fuese viril. Era un recurso humorístico muy de liceanos. No hice caso y seguí con la prueba. Y luego de eso, bajé de escena y espere mi turno mientras se iniciaba el espectáculo.
Arrancó el evento con un retraso de entre 1/2 a 1 hora. Los animadores eran Xiro y Titán, la pareja que había conducido el anterior Animotto en el Colegio Karelmapu en La Granja. Luego de una bienvenida, me presentan haciendo una broma con juego de palabras: de «Ciro Noor» pasaron a «sin honor». Al parecer esa iba a ser la dinámica de su conducción en el evento. Mi presentaron e inicié mi actuación.

Mi primer tema era «The Edge of Soul». La versión original era en tono Mi Mayor. La mía era en tono Re mayor, para facilitar el cantarla. Canté con entusiasmo, pero no estaba acostumbrado a la agudeza de la interpretación, cosa que me pasaría la cuenta más adelante. Finalicé con algunos aplausos de la parcialidad, algunos de los cuales me prestaban atención en escena. Luego vino Coolest, que fue una interpretación correcta. A esas alturas, no percibía mucha atención en lo que estaba haciendo de parte del público. Luego vino «Miagete Goran…» de Kyu Sakamoto. Es un tema calmado que me agrada cantarlo, pero para esta vez no recuerdo aplausos. Mientras, habían muchachos que jugaban arriba del ring y las tiendas colocadas en los pasillos a los costados del escenario recibían a sus clientes.

Los siguientes temas serían más conocidos: Ready Steady Go- más movido- y Kimi ga Iru (Initial d Second Stage) que era más relajado. El público repuntaba en sus reacciones de manera lenta pero audible. Me dejé de preocupar del veleidoso público y me enfoqué en mi nuevo desafío: cantar «Sunda Hoshiyo», mi tema en japonés que no había alcanzado a memorizar. Fue una interpretación difícil, no por afinación, si no por silábica, porque debía estar a cada rato leyendo la chuleta. Faltó ensayo, y eso se notó. El público se animó con unos aplausos pocos por el esfuerzo.
Luego me permitiría un repunte con mis temas regalones: Tatakae Otaking, con mucha energía y entusiasmo y sin necesidad de leer nada, y Step by Step de Detective Conan, otro tema con el que me sentí muy seguro. El público reaccionó favorablemente, pero no con generosidad. Sería una tarde difícil para mi presentación, por lo que veía. Completé este tramo con Zenki, en la versión latina, que no requirió complicación alguna en su interpretación (afinación y conocimiento de la letra, además de interpretación).
El último tramo… no recuerdo si lo abrí con «El Reencuentro». No recuerdo haberlo cantado. Ya estaba choreado por la poca reacción del público, mi propia falta de ensayo, las agrandadas previas de los productores y la burla de los animadores. Luego vinieron mis dos temas finales. Espartaco y el Sol bajo el Mar- con mi garganta presumiblemente pasándome la cuenta- y Dragon Ball de Luis de Lille. Agradecí, cerré mi actuación y bajé del escenario.
Me quedé durante el resto de la tarde para ver a mis amigos de Victoriano. Fui a comprar un almuerzo afuera del recinto, no recuerdo bien con quien fui ni si lo que comí fue completos, pizza u otra cosa. Lo que si recuerdo es un diálogo con Joao, un productor de eventos de la firma Rheam Fortress, y que en ese momento estaba con su tienda de artículos otakus. No lo veía hace tiempo, desde las últimas ferias frikis.
—Hola, ¿Cómo estás tú?
—Hola, Joao. Yo estoy bien. ¡Que bueno verte!
—Si, es cierto. Hace tiempo no nos vemos. ¿Qué haces acá?
—Oye, estuve actuando acá, arriba del escenario.
—Si, te escuché. Lo hiciste más o menos bien.
—Gracias.
—Lo que sí te quiero decir es que trates de mejorar las pistas. No sé como te las conseguiste, pero suenan como a los peores karaokes. O sea, como karaoke, pero de los malos.
—Ehhm, mira, yo hago algunas de las pistas.
—No te lo digo en mala, pero yo que tu mejoraría las pistas para tus actuaciones.
—Gracias, Joao. Lo tendré en cuenta a futuro. Ya poh, que estís bien.
Luego de eso, vi a Victoriano, y un poco a los otros shows. Genuinamente la pasé casi bien. Porque si bien es cierto que disfruté ciertas instancias- Victoriano por ejemplo- me quedó el regusto de que mi actuación no fue todo lo buena que había querido. Y aunque para mi antiguo blog escribí una columna auto-responsabilizándome por lo fallida de mi actuación («Animotto Cosfestival: tiempo para aprender», columna que no pude rescatar y se borró con la renovación del website), en mi corazón quedó esa sensación amarga de desear no más actuaciones así. Yo no debí echarme toda la culpa de mi actuación, y eso es algo de lo que me arrepiento. La producción, el público y hasta los animadores tuvieron algo de responsabilidad también. En mi opinión, la recompensa fue muy poca para el trabajo que desempeñé arriba y abajo del escenario. Y ahora, con más madurez puedo afirmarlo, lo pensaré dos veces antes de rogar ser admitido en eventos cuando la grandeur arrecia.