
© Sora no Poyect. / Sora Producciones. 2016
Quiero remontarme al sábado 16 de enero de 2016. Había buscado un nuevo evento en Enero de 2016 para poder presentarme. Y encontré un evento realizado por la productora «Sora no Proyect» llamado «Animotto Atsui», que se realizaría la semana del 16 de enero en San Ramón. Era un evento que contaba con cierto atractivo para mi, por tratarse del lugar (la zona sur del Gran Santiago). Les ofrecí mis servicios como anisinger por correo electrónico. Ellos respondieron que debían conocerme primero, y me citaron entre las 3 y las 4 de la tarde a ese evento. No querían que cantara, aún. Solo conocerme y charlar. Por lo tanto, como podría hacer algo de lobby (para que me invitasen, obvio) me dirigí hacia allá. Quizá también me motivaba ir a disfrutar del ambiente de un buen evento de animé.
Era una tarde calurosa de verano, cerca de la hora del encuentro y yo acababa de salir del Metro, estación San Ramón de la línea 4A. Caminé desde Américo Vespucio hacia el oriente, hasta calle Almirante Latorre. Desde ahí, caminé hacia el sur unas 3 cuadras grandes hasta un poco antes de la calle Vicuña Mackenna. Ahí estaba el Colegio Karelmapu donde se estaba realizando el evento «Animotto Atsui», organizado por una productora pequeña de eventos de animé. La entrada costaba $1.000 pesos, mas no recuerdo bien si compré la entrada en algún negocio del centro o si la adquirí afuera del evento. Lo que si recuerdo muy bien fue que entré en el ambiente rodeado de cosplayers, toldos y mesas de tiendas, algunas bailarinas ensayando, salas ocupadas quizá con talleres o competiciones de videojuegos, y el color verde y amarillo de la pintura de los muros y el patio. Este patio era uno cubierto por un gran techo, ideal para hacer actividad física en invierno. En él sobresalía, en medio de mesas, toldos y gente, el escenario que estaba un nivel más arriba del resto del patio.
Y antes de llegar ahí, lo siguiente que recuerdo es un diálogo con uno de los productores. Lo veo, nos saludamos y empezamos a conversar. El productor me dice que quería conocerme y que le interesaba respaldar a otros artistas. Sin embargo, sentí un tufillo arrogante de su parte en la conversación. Como si se estuviese dando mucho mérito en nombre de la productora, o como si de un favor se tratase mi inclusión en sus eventos. Me aseguró que no remuneraba a los artistas, que la vitrina bastaba e incluso me mencionó a una anisinger que decidió vetarla porque cobraba.
A esas alturas, aún quería actuar para ellos pero el intento de aparentar cierto estándar era burdo. Quizá más adelante les narre la conversación más en detalle. Pero lo que empezó a llamar mi atención estaba arriba del escenario.

En ese momento se estaba presentando una banda de rock que cantaba temas en japonés. Pero esos temas no me sonaban de ningún animé. En todo caso, lo que me importaba era lo bien que sonaban. Con potencia y poder rockero, pero sin saturar el ambiente. Me gustaba lo que oía.
—¿Te gusta como suenan ellos?
—Si, suenan super bien, me gusta.
—Ellos se llaman Victoriano. Son la primera banda chilena en tocar en japonés.
Durante unos segundos, sentí que esos desconocidos me habían robado mi sueño. Justamente yo quería cantar mis propias canciones en japonés. Y quienes ocupaban ahora el escenario se me habían adelantado. Sentí al «genio malo de Bruto» impulsándome hacia la envidia. Sin embargo, conscientemente no seguí ese camino. Más bien decidí que no sería la envidia la que impulsaría mis actos. Sentí una seguridad. La de saber que ese camino virtuoso era posible, que ellos habían abierto ese camino para otros, quizá para mí también. Y que yo también podía sumarme a la fiesta, si lo quería. Por lo tanto, traté de expresarlo a mi modo al productor.
—Oye, pero que bacán. Si ese ha sido mi sueño desde hace algún tiempo.
—¿Cantar en japonés? ¿Tú también quisieras?
—¡Claro! Estoy tratando de aprender algo de japonés. Y de crear mis propias canciones.
—Suena bastante ambicioso. Ojalá puedas lograrlo tú también. Oye, ¿has estado en Japón?
—No, nunca. La verdad, ese sería un privilegio para mí.
—Te pregunto, porque ellos ya han estado allá, e incluso han tocado para el público japonés. Y son chilenos.
—Si, son realmente bacanes. Me alegro por ellos.
—Si quieres, cuando terminen su actuación, te puedo acercar a ellos para que los conozcas más de cerca.
—Sería excelente, si es posible.
—Claro. Espera que terminen y yo te los presento.

Luego de unos temas más, ellos terminaron su presentación. Fueron despedidos por Titán y Xiro, los dos animadores del escenario y una vez que bajaron los Victoriano, se me ofreció la posibilidad de hablar con ellos. Nos ubicamos detrás del escenario, a punto de iniciar el desfile de cosplay, y nos presenta el productor del evento:
—Ciro, el es Sergio, el vocalista y líder de la banda. Y él —apuntándome al guitarrista— es su hermano Gerson. —Y acto seguido se dirige a ellos.— Chicos, él es Ciro, es anisinger, y vino a ver el evento como público.
En ese momento, le extiendo mi mano al primero de ellos. Acto seguido, al segundo. E iniciamos la conversación.
—Sergio, hola, mucho gusto. Yo soy Ciro, los escuché tocar y estoy fascinado. Me gustó su actuación.
—Gracias, compadrito. Mucho gusto. ¿Viniste a ver el evento? me contaron.
—Si, es cierto. Vine a hablar con el productor… Me dijeron que Uds. crean y cantan sus propias canciones en japonés. De verdad, los felicito. Hacen un gran trabajo.
—Pucha, muchas gracias compadre. Si es cierto, lo hacemos con mucho respeto y mucho cariño para que la gente se divierta y pase un buen rato. Y homenajear a Japón, que es nuestra referencia.
En eso, interviene Gerson, el guitarrista:
—Si, en realidad, nosotros hacemos todo el proceso de composición y creación de las canciones. Y como con Sergio sabemos algo de japonés, traducimos los temas y los arreglamos para que suenen como escuchaste. Y si, Japón es nuestra referencia.
—La mía también. De hecho, me gustaría poder crear y cantar mis propias canciones en japonés.
—¿En serio? Bueno, a ponerle empeño no más. No queda de otra, más aún tomando en cuenta que la música que hacemos es cada vez menos masiva.
Y Sergio complementa:
—Es cierto lo que dice mi hermano. Si no tocamos música masiva, estamos sonados. Pero es que a nosotros nos gusta el rock. No queremos dejarlo. Aunque no haya mercado o ambiente en Chile.
—A mí también me gusta el rock. Entonces ¿para los rockeros está complicado?
—Si, no te voy a mentir. Si tú quieres hacer rock, está difícil. Los rockeros dejamos de ser masivos, y ahora somos más de nicho. De hecho, no hay espacio para la originalidad pero si para las bandas tributo. Es un contrasentido, y lo tenemos cuesta arriba.
—Pero no te desanimes —contestó Gerson. Y agregó —Si a ti te gusta el rock, dale no más. Si es lo que te llena, entonces dale.
Y la charla continuo brevemente por unos instantes más. Me instaron a que reforzara mi aprendizaje del japonés, pero además que tuviera paciencia, pues no era un proceso breve. Era más bien un camino de desarrollo con altibajos y que debía trabajar y ser disciplinado. Después hablamos sobre las implicancias de grabar un disco, y que debía tomarse más o menos unos 2 o 3 años. Eran procesos largos, imposibles de abreviar. Pero si de verdad lo deseaba, debía seguir ese camino. Luego de eso, les agradecí la oportunidad de conocerlos y de compartir esos instantes abajo del escenario. Nos despedimos, porque ellos querían hablar con otras personas que los estaban esperando y que les firmaran sus discos (que los Victoriano les habían entregado) .Yo además quería disfrutar del resto del evento.
Y soy honesto al afirmar que mis sentimientos hacia ellos no eran de envidia, si no de alegría. Ellos, quizá sin sospecharlo, le estaban abriendo camino a un sueño que tenía, y que espero aún tener ahora que cuento esta historia. Los Victoriano son gente amable, sencilla, y muy talentosos. Se merecen todo el éxito que puedan tener, y sé que ese éxito no los cambiará.

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