La semana del 1 de septiembre de 2017 volví brevemente a Maipú. El hecho de estar ahí me trajo ciertos recuerdos.
No hablo solo de nostalgia, si no de evocaciones de grandes momentos vividos y del inicio de un sueño. Fue ahí donde empecé esta entrada, la cual estoy actualizando la semana del 16 de octubre de 2023.

Después que salí de mi casa en Pedro Aguirre Cerda, fui a vivir con mi hermana y mi sobrino al poniente. Llegué por el final del año 2008, cuando había dejado mis estudios de Producción Musical. Estaba agotado luego de tanto trabajo e incluso de desavenencias con mis ex-compañeros de la Universidad. Por lo tanto, necesitaba un lugar donde pudiera descansar y aprestarme para comenzar de nuevo. Vicky me asignó una habitación en el 2do piso.
Ese dormitorio estaba pintado y cubierto de un papel mural celeste que simulaba el cielo con sus nubes blancas. El cielo estaba pintado de color celeste, pero en un tono distinto. Ya que me iba a quedar por un tiempo indefinido en ese dormitorio, se me ocurrió la idea de pintarlo y arreglarlo para hacerlo más de mi agrado.
Lo primero era quitar una repisa de color rojo oscuro (un tanto molesta, la verdad) y quitar el papel mural. Era verano de 2014 y lo que no pude despegar jalándolo con la mano, lo hice con una mezcla de agua caliente y lavaloza, una esponja, y en algunos casos, con una plancha por encima para vencer el pegamento. Luego, emparejar los muros con pasta, colocar la gigantografía de Shibuya para el muro norte, pintar el cielo y los muros restantes de negro, colocar las repisas y los cartones para los posters sobre la puerta de la repisa (otro cacho fue pintar esas puertas).
Fue un trabajo gigantesco que consumió mis vacaciones, e incluso algunos días posteriores, pero el resultado fue hermoso.

Pasé muchas noches de martes ese año escuchando a Klaudio PSX en Resident 40, y luego a Juliette (Camilita, mi amiga personal) en Hunter X Radio. Mucho tiempo rodeado de geekeria, como mis figuras de colección, mis posters ñoños, mi ropa de cama de Playstation, mi música japo, mis videojuegos y mis series de animé (incluso me ví la temporada completa de La Pequeña Lulú ahí). Estudiaba con el Minna no Nihongo en ese lugar. Me sentí arropado por toda esa vorágine de geekerias, y empecé a plantearme el futuro con esa ñoñez. Fue ese lugar el sitio que sentí como mi hogar, más incluso que mi propia casa (para bien y para mal). Mis primeras fotografías ñoñas fueron ahí. Y desde ahí me planteé la posibilidad de adicionar a mi dormitorio y rincón geek la posibilidad de ser un Home Studio.
Es cierto: fue frustrante mi experiencia estudiando Producción Musical, pero mi sueño estaba intacto, y no quería renunciar a eso. Mi acercamiento a la geekeria potenció mi lado musical. No me deshice de mi teclado MIDI, ni de mi pedestal ni de mi micrófono. Entonces decidí perseguir mi sueño musical basándome en la geekeria. Con el teclado MIDI preparé las primeras pista y grabé los videos para abrir mi canal. En esa habitación realicé mi primer cover de japonés y grabé mi primer tema anisong. El inicio de Ciro Noor como proyecto tuvo lugar es esa habitación, ya que la convertí en mi primer Laboratorio de Música, con mi teclado, mi notebook, mi atril y mi micrófono.
Ahora, distintas circunstancias me alejaron de esa habitación. Tuve mis primeras crisis de ansiedad en el 2015, y ya que el trastorno ansioso implicó un estorbo en mi cotidianeidad. Para cuidar mejor de mi salud, me trasladé con mis bártulos a Providencia, más al centro y más cerca de clínicas y consultas médicas -comparada con la periférica posición de Maipú.
Disipada la tormenta, o al menos la parte más inmediata, decidí retomar mi idea de hacer música, para lo cual debía volver la idea del Laboratorio de Música. Mi idea era que, con mi tendencia al orden y a la disciplina, en un lugar así podía permitirme dedicarme con más libertad y con un más inmediatez a la música que yo quería hacer. Sin tener que buscar cosas y sin pérdidas de tiempo. El primer lugar donde empecé a hacer patente esta filosofía del orden para mi tiempo de ocio fue en la casa de Maipú. Y ahora debía hacerlo en Providencia.

En primer lugar, apenas llegado a Providencia, me fue asignada la habitación poniente. No era tan grande, pero sí lo suficiente para que yo pudiera dedicarme no solamente a recuperarme de mis síntomas, sino que además, una vez con mis bártulos en el sitio, poder agruparlos y darles un orden y colocación que me permitiera dedicarme a subir algunos videos de anisong, tal como lo hacía en Maipú. Aproveché el muro blanco y coloqué algunas tachuelas para colgar algunos elementos que me servirían para hacer música. No tenía luz desde el techo, pero usaba una lámpara de piso con suficiente potencia para iluminar la habitación completa. Y además cupo un escritorio para colocar el notebook y mi teclado MIDI para realizar covers. Debido a la estrechez de la habitación no cabía una silla, pero me sentaba en la cama para manejar el note y producir los covers. Hice algunos ahí como por ejemplo el de Ready Steady Go, de L’Arc-en-Ciel. Y además grabé y edité algunos otros videos informativos para mi canal.
No quería pintar la habitación ni hacerle cirugía mayor como con la de Maipú. Implicaba un esfuerzo que no estaba dispuesto a hacer, dada mi condición. Y además, al tratarse de una casa en un sector patrimonial, las posibilidades de pintar o taladrar disminuían. De todos modos, solo quería recobrarme y tratar de no estresarme.
Pero no sería mi último Laboratorio.

De hecho, el 2016 fui trasladado de dormitorio. Fui reubicado en el más espacioso dormitorio poniente. Y ahí hice mi mayor esfuerzo. Lo primero en lo que pensé fue en tener frente a mi las fechas importantes y un recordatorio de prioridades. Por lo tanto, improvisé un diario mural con un trozo de plumavit (poliestireno expandido) proveniente de un empaque de mueble creé un diario mural. Luego, diseñé el diario para que mostrara los objetivos del proyecto, las fechas próximas, los pendientes y otra información de utilidad. Aún debía usar el escritorio alto para colocar el teclado MIDI, pero ya tenía más espacio. Y mejor con la adición de una lámpara cenital sobre este escritorio y el diario mural, para iluminar mejor este espacio, y con la opción de variar el foco hacia el muro poniente para aprovecharlo como escenario para mis próximos videos para el canal.
Luego, preferí tener mis elementos de música a la vista y ordenados, mas no guardados en cajas o bolsas. Estos elementos eran los que iba a usar para hacer música. Por lo tanto, invertí algún dinero en comprar en línea unos paneles ranurados los cuales instalé en el muro norte, al lado del diario mural, para que sea mi pañol. Este lo ocuparía para guardar mis elementos de música a la vista. Metrónomo, kazoo, micrófono, cables, uñetas, entre otros. Todo lo que podría servirme para hacer música lo colgué acá, una vez que instalé los paneles.

Pero no era todo. No era cómodo poner y guardar el teclado cada vez que fuese a ocuparlo. Necesitaba recuperar el escritorio negro, que era el antiguo que usaba en Maipú para colocar el controlador MIDI. Lo salvé de un intento de regalarlo y me planteé trasladarlo en serio a Providencia. Sin embargo, no cabía en ningún vehículo de los menores, por lo que debería arrendar una camioneta para su flete, lo que encarecería todo. A menos que pudiera desarmarlo. Me animé, y con la ayuda de un destornillador desarmé el mueble. Luego, metí las partes a una bolsa grande de basura y en mi siguiente traslado la llevé a Providencia. Una vez allá, la armé exitosamente. Y procedí a colocar el teclado encima, como lo usaba antes. Con los años, adquiriría una MacBook usada para realizar ahí el trabajo de producción musical, y un controlador MIDI con sintetizador, también usado. Todo esto facilitaría de manera enorme mi trabajo en música.
Estoy mejor donde vivo hoy, pero no quiero olvidarme de ese pedazo de historia vivida, donde cambie un poco de mi entorno mientras cambiaba mi interior. Pero, en realidad, fue al revés: cuando sentí y pensé de modo distinto, fui distinto, e hice distinto mi entorno.

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